viernes, 4 de marzo de 2011

¡Intríngulis-chíngulis! (parte 1)

Una sólida cultura
es la herencia más segura.

¿Os acordáis de Petete? ¡Claro que sí! Era una especie de pingüino marrón y amarillo con un sombrero de lana coronado por un pompón. Salía en la tele, en unos programas educativos de nuestra niñez, y también ha aparecido en alguna película, como "Manuelita" o "Trapito"; otro formato en el que nos le hemos encontrado es en el papel, y aquí es donde yo tengo grandes recuerdos de mi amigo Petete.



El libro gordo de Petete" era una enciclopedia para niños, en la que, de manera amena y educativa, nos hablaba de multitud de cosas de la vida, tales como por qué tenemos hipo o que es el sarampión. Cosas con las que convivimos y la mayoría de la gente ni siquiera se plantea.

Pero de lo que quiero hablar hoy es de la revista, una publicación semanal de la que soy poseedor casi en su totalidad, encuadernada, dañada por el paso del tiempo y por la acción de un niño que no sabía que algún día valoraría tan positivamente este pequeño tesoro. Son incontables las noches que me ha vencido el sueño con las historias de Petete entre manos, y las mañanas que mis queridos libros han aparecido bajo mis brazos o entre las sábanas.

Tras pasar una colorida portada decorada siempre con inocentes situaciones en la vida de nuestro amigo, abría su repertorio con una poesía y una pequeña historieta a modo de tira cómica, del estilo de Garfield o Mafalda, con los devenires de Petete. En sus páginas interiores, la revista tenía un abanico de juegos, enseñanzas, historias para leer, comics, pasatiempos, trucos de magia y hasta fábulas. Entre sus personajes destacaban Larguirucho, Pichichus, Pi-Pío, Calculín, Pelopincho y Cachirula, Oaky, Hijitus, Anteojito...

En posteriores entradas iré extendiéndome en las historias contadas en el interior de la revista, por ahora os dejo con una pequeña historieta de unos de mis favoritos, Pelopincho y Cachirula.

martes, 1 de marzo de 2011

Buscando una luna

Aquel gran disco blanco, brillando en medio del firmamento era, sin
ninguna duda, lo más bonito que había visto en toda su vida.


"El viaje de Doble P" es otro de los libros que ha marcado mi infancia. No sabría decir una cifra aproximada de las veces que lo he leiío. Doble P es un minúsculo extraterrestre verde que llega a la tierra procedente de Jijo, tras un duro viaje por el espacio, y se hace amigo de Nicolás. Todo es distinto en la tierra a lo que Doble P conoce, y así nos lo hace saber a través de su diario, con grandes reflexiones acerca de las cosas que él ve desde la inocente mirada del que desconoce, al fin y al cabo, de un niño que está aprendiendo.



¿Quién piensa a menudo en la luna? ¿Quién se para a mirar ese bello fenómeno astral que adorna todas las noches el cielo e ilumina en color plata nuestras calles? A veces, las cosas más bellas las tenemos siempre delante de nuestras narices, y pierden su valor ante nuestros ojos. Los que vivimos en el interior admiramos la fuerza de las mareas, la gente de costa admira la robustez de un paisaje montañoso, pero miramos con indiferencia lo que siempre hemos tenido a la vista.

Caminamos como hombres máquina, mirando hacia nuestros pies, cuando la grandeza del mundo en que vivimos está a nuestro alrededor, el sol, la luna, las nubes, los ríos, la nieve, los montes, las estrellas, la vida...


«Doble-P no sabía que la mayoría de los hombres nunca se detienen a contemplar la Luna; que van de un lado a otro cabizbajos, preocupados, mirando al suelo para no tropezar; que no le dan a la Luna ninguna importancia porque, al fin y al cabo, la Luna siempre ha estado ahí y, seguramente, ahí seguirá siempre.
Pero para Doble-P aquel gran disco blanco, brillando en medio del firmamento era, sin ninguna duda, lo más bonito que había visto en toda su vida».