En 1997 tuve mi primer teléfono móvil. Era un One Touch Easy de Alcatel con la tarjeta de una prima. Aún recuerdo el número. Tenía 17 años, y un teléfono móvil suponía estar en contacto con la gente desde cualquier sitio. Un sistema de mensajes cortos destinado especialmente para la gente joven, conocidos coloquialmente como SMS, que se podían poner entre ellos inmediatamente por poco dinero. Era fantástico, la libertad de comunicación en el bolsillo. ¿Libertad?
El teléfono móvil nos ha cobrado un alto precio por esa libertad de comunicación. Nos ha esclavizado a él. Es ya parte de nuestro vestuario, te levantas, te vistes y, antes de salir de casa, el ritual es coger llaves, cartera y móvil; y si se te olvida vuelves a por él o te sientes perdido. Nadie te pregunta ya: "¿Tienes móvil?" Se da por hecho que así es, y directamente te piden el número. Se podría decir que ha colonizado al ser humano. Cuando nosotros éramos pequeños nos llamábamos en cadena desde casa, o desde una cabina. Ahora los niños con 10 años tienen teléfono móvil. Y la tendencia es a peor, hasta el punto de que ya se puede localizar a una persona si lleva encima el teléfono móvil, ¿y a eso lo llaman libertad?
Pero hay algo mucho peor que nos está robando el teléfono móvil, y es que esa comunicación prometida estaba condicionada a ciento y pico caracteres. Nos está robando el lenguaje, uno de los bienes más preciados que tiene el ser humano. Algunos mensajes cortos son auténticos jeroglíficos. El problema no viene en el uso del lenguaje en el móvil, sino en la pérdida de la capacidad de utilizar el lenguaje adecuado para cada circunstancia. De esta manera, ya da igual un SMS, los apuntes del instituto, escribir en un foro o mandar un correo electrónico. No se tiene en cuenta los posibles interlocutores. La juventud está perdiendo poco a poco la capacidad para usar el castellano.
Parafraseando a Félix Rodríguez de la Fuente, he de decir: "Para que en los libros españoles, no dejen de leerse, las hermosas palabras del castellano".
Es verdad Miguel que el móvil nos ha esclavizado y hemos perdido aquellos tiempos en que habíamos quedado con alguien y si no llegaba esperabas o pensabas que le habrá pasado, ahora enseguida llamamos por el móvil para todo, pero para algunas cosas como las este ejemplo citado vienen bien, para otras la verdad que no es necesario, pero los tiempos cambian.
ResponderEliminarComo todo, se puede usar bien y mal. El problema es que de su uso la juventud está perdiendo la capacidad de escribir correctamente, hoy en día muchos, y digo MUCHOS, no saben diferenciar entre hay, ¡ay! y ahí, o entre haber y a ver. Es muy triste.
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